La química puede ser peligrosa y, con tantas personas trabajando en laboratorios en todo el mundo, los efectos de todos los incidentes de seguridad, aunque sean leves, se suman. Aunque las organizaciones suelen tener estrategias para prevenir los accidentes, los datos de seguridad que recopilan no siempre se almacenan de formas lo suficientemente accesibles para usarlos a diario. Los científicos no pueden leer miles de informes de seguridad anteriores para ver si hay alguna mención al compuesto que están a punto de usar.
A menudo, las personas que trabajan en laboratorios comprueban que los incidentes suceden más de una vez. Recuerdo bien un incidente que se produjo en un laboratorio en el que trabajé (en otra empresa) y que provocó un cambio en nuestra forma de actuar. Para llevar a cabo una reacción documentada en una patente, era necesario mezclar ácido trifluoroacético con borohidruro de sodio para formar una suspensión de trifluoroacetoxiborohidruro de sodio. Resulta que el polvo de NaBH4 se disuelve con rapidez, lo que generó una reacción incontrolada que provocó un incendio. El NaBH4 en pastillas habría reaccionado de una forma más suave.
El incidente se comunicó en una reunión de seguridad del departamento, pero evidentemente no se dio a conocer, porque cuatro años más tarde volvió a repetirse. Eso hizo que me preguntara cómo podríamos recopilar mejor las lecciones de seguridad para que otros científicos no tengan que aprenderlas por las malas. Después de darle algunas vueltas, tuve claro que necesitamos una forma práctica de integrar los conocimientos de seguridad acumulados en los flujos de trabajo cotidianos del laboratorio para prevenir este tipo de incidentes evitables. ¿Pero cómo se podría articular eso desde el punto de vista práctico?
Información de seguridad disponible siempre que se necesita
Para resolver este problema, teníamos que encontrar una manera de reunir la información de seguridad e incorporarla al proceso del laboratorio sin crear un paso adicional que aumentara significativamente la carga de trabajo del químico. Había que tener en cuenta tres variables: la información que se iba a compartir, el momento de suministrarla y la forma de proporcionarla.
Analizamos el flujo de trabajo de nuestros químicos usando un mapa de flujo de valor para entender cuándo necesitaban la información de seguridad y cuándo la estaban obteniendo en la práctica. Normalmente, un químico diseña una reacción, compra los materiales y, por último, sintetiza el producto. Nos dimos cuenta de que, para que fuese más eficaz, la información de seguridad se tenía que proporcionar justo antes de sintetizar el producto.
Vimos que la información de distintas fuentes, incluidas la ficha de datos de seguridad y la memoria institucional, se podían introducir en el cuaderno de laboratorio electrónico (ELN, por sus siglas en inglés). Así, cuando un científico estuviese planeando usar ciertos componentes, el sistema podría mostrar el mensaje “¡Eh, ten cuidado!” y ofrecer algunos consejos, como el uso de dos pares de guantes o de una pantalla protectora. Además, se podría enviar una notificación por correo electrónico al departamento de seguridad si un químico tenía previsto llevar a cabo una reacción potencialmente problemática para que el equipo de seguridad pudiera recomendar las mejores prácticas y explorar alternativas.
Ampliar la idea a la comunidad en general
Al implementar este sistema, se eliminaron los incidentes repetidos: usar el ELN para mostrar los avisos de seguridad en el momento de la síntesis resultó ser una buena estrategia. Era una gran noticia.
En todos los laboratorios de química, la seguridad es una de las principales prioridades para los científicos, el departamento y toda la organización. Tras implementar con éxito este sistema, me planteé la posibilidad de ampliarlo a toda la comunidad científica para que todos los químicos pudieran beneficiarse de él, pero para que fuese lo más eficaz posible era necesario introducir más información de seguridad. Por este motivo, decidí trabajar con una organización capaz de crear un sistema que todas las empresas farmacéuticas pudiesen usar para compartir sus datos de seguridad. La idea era crear una herramienta colaborativa y no competitiva que incluyese toda la información de seguridad química.
The Pistoia Alliance es una organización global sin ánimo de lucro que trabaja para facilitar la innovación en el ámbito de la investigación y el desarrollo de las ciencias biológicas. En 2017 iniciaron una experiencia piloto de la Chemical Safety Library (CSL), basada en el sistema que yo había implementado anteriormente, con el objetivo de reunir información sobre incidentes de seguridad enviados desde todo el sector químico y proporcionar la base de datos recopilada de forma gratuita a la comunidad para prevenir los incidentes de seguridad. Al lanzar el prototipo, descubrimos que la comunidad tenía un gran interés por este tipo de recopilación de datos, pero también detectamos cierta resistencia a aportar información sobre incidentes a la recopilación. Había diversos motivos, como la vergüenza, los problemas de confidencialidad y la complejidad de la introducción de los datos.
La necesidad estaba clara, y también que cuantas más personas aportasen información, mayor sería el impacto. Para ampliar el alcance de este recurso y resolver las limitaciones que obstaculizaban la participación, The Pistoia Alliance se asoció con CAS, una división de la American Chemical Society especializada en soluciones de información científica, con el fin crear la nueva Pistoia Chemical Safety Library, que se lanzó en octubre del año pasado. CAS, que desarrolló y aloja la nueva plataforma de la CSL, aporta una gran experiencia en gestión de la información, tecnología y seguridad que ha permitido que esta nueva encarnación de la CSL supere las barreras identificadas. La entrada de datos se ha simplificado y los usuarios pueden estar seguros de que los datos se han anonimizado. La base de datos completa también está disponible para las organizaciones que deseen integrarla en sus flujos de trabajo internos, por ejemplo, en un ELN empresarial. Un Consejo Asesor de la CSL, integrado por representantes de The Pistoia Alliance, CAS y la comunidad química general, incluidos el mundo académico y la industria, revisa las entradas de la comunidad y ofrece asesoramiento sobre mejoras de las políticas y los sistemas.
La comunidad le necesita
Es muy emocionante para mí ver que este recurso ampliado se ha hecho realidad. Por primera vez, tenemos la tecnología necesaria para recopilar y divulgar la información de seguridad de toda la comunidad química internacional. Si sumamos nuestros esfuerzos para alimentar esta recopilación, podemos reducir los incidentes relacionados con las reacciones y convertir el laboratorio en un lugar más seguro para decenas de miles de químicos de todo el mundo.
La nueva versión de la CSL alojada por CAS ya ha tenido más de 8000 usuarios de 96 países desde su lanzamiento. Ahora la pelota está de su lado. Visite la CSL para ver cómo puede ayudarle a mejorar la seguridad, pero por favor no se limite a eso. Si se ha visto implicado en un accidente o en un cuasi-accidente, introdúzcalo en la CSL para que todo el mundo pueda aprender de su experiencia.
¡Ayúdenos a mejorar la seguridad de nuestra comunidad! Comparta sus datos de seguridad con la CSL